Rubén Oscar Ibáñez se levanta temprano en su casa en San Andrés y se traslada en moto unos 20 minutos hasta la panadería de su hermano, en el sur de San Miguel de Tucumán. Tras las medidas de limpieza de rigor, va al fondo del local. Ahí, el maestro panadero coloca la masa en la mesa de trabajo, le da duro con un palo de amasar de pinches por ambos lados y con un movimiento veloz aplica el molde cuantas veces sea posible. El resultado: tortillas finitas. De a un par de docenas por cada masa estirada. Rubén se apura para ordenarlas y estibarlas en distintos cajones para hornear más tarde. Le pone la mejor voluntad, pero a las claras los suyos no son movimientos de alguien hecho en un oficio hace años. Rubén es chofer de la Línea 11, lleva casi tres décadas de experiencia trabajando en el transporte público. Las demoras para cobrar el sueldo lo obligaron a aprovechar los días de paro para buscar algún trabajo extra que le permita sortear la incertidumbre y las complicaciones económicas.

“Si no fuera porque tengo esto, que puedo juntar una moneda trabajando en la panadería de mi hermano, no sé qué haría. Probablemente estaría detrás del volante de un taxi para juntar algo de dinero. De todas maneras lo mío es estar detrás de un volante y manejar ocho horas todos los días. No saber cuándo vas a cobrar tu sueldo es terrible, te arruina los esquemas”, cuenta Rubén. Como él, 3.600 trabajadores del transporte transitan hoy 16 días consecutivos de huelga porque todavía no cobraron todo el sueldo de julio, ni el 50% del aguinaldo, ni ítems de la paritaria de diciembre. Hace una semana les deberían haber liquidado el sueldo de agosto. En el año, con el de hoy suman 44 días de huelga, todos por el impacto económico de la pandemia sobre un rubro ya golpeado por conflictos hace varios años.

César González, secretario general de la Unión Tranviarios Automotor (UTA), explica que la situación se ha vuelto tan “delicada” y “angustiante” que muchos trabajadores se han endeudado, piden fiado en los almacenes para que no falte comida en sus familias. Se han reinventado como cadetes, taxistas y algunos hasta han vendido muebles de su casa para tener dinero para comer y pagar servicios. “La situación es terrible; necesitamos que los compañeros puedan cobrar el sueldo en tiempo y forma”, plantea el titular del gremio.


Otro oficio

Rubén empezó en el transporte en 1992, en la antigua Línea 6, que entonces era de la empresa Tucma. A comienzos del 2000 logró quedar efectivo en la Línea 11, donde lleva 20 años como chofer. En su casa viven cuatro, su esposa y dos hijos. El único ingreso, su sueldo como chofer.

“Es una situación crítica para nosotros y nuestras familias, no estamos percibiendo nuestros salarios y nos complica demasiado la vida. Tanto es así que estamos endeudados. Sobrevivimos por parientes o amigos que nos prestan plata y así vamos pasando el día a día. Y dejando de pagar los créditos porque es imposible. Les pido prestado a mis hermanos, a mi cuñado, a mi suegro. Me dicen que no me preocupe, que cuando regularice la cuestión les devuelvo, pero la cosa no pasa por ahí. El malestar es más amplio porque no puedo cobrar lo que ya he trabajado. Es desesperante”, explica la situación. Por eso, desde comienzos de abril acude a la panadería de la familia.

Hace una semana, cuando se acreditaron los subsidios provinciales al sector, las firmas depositaron un nuevo adelanto por $ 20.000 que corresponden al sueldo de julio. “Pagué algunas deudas, el almacén -unos $ 7.000- y la boleta de la luz. Lo que queda... veremos hasta cuánto dura. Como se dará cuenta, el ánimo no es el mejor, todos vivimos el día a día y cada vez es más difícil”, comenta. Y agrega: “No es fácil siendo jefe de la familia... Esta situación implica no darse ciertos lujos, como no poder comer lo que uno quiere porque la plata no alcanza. Es indignante. Cuando pase esto quiero volver a comer un asadito, por nombrarte una. Un asado con mi familia, que es lo que más extraño. Hace seis meses que no como ese asado”.

Rubén ya pasó por una crisis similar en su trabajo, la que ocurrió en el transporte a finales del 2001, tras la salida de la convertibilidad. Ahí fue cuando se implementó a nivel nacional y de manera generalizada el sistema de subsidios o compensación tarifaria. El miedo, cuenta Rubén -52 años-, es que la situación se repita y pueda haber despidos masivos.


Tras el volante

La situación es parecida en la casa de Miguel Pereira, sólo que la salida laboral extra para sumar algo de dinero es arriba de un taxi. Miguel tiene 46 años y lleva 26 trabajando en la Línea 18, dos años en el taller y el resto como chofer. En su casa, en Tafí Viejo, también hay cuatro personas. El único ingreso es el suyo porque su esposa se quedó sin trabajo en diciembre. Es empleada de comercio.

ANGUSTIA. Miguel Pereira trata de ocultar su estrés en la casa. lg play

“Se hace como se puede, porque uno siempre trata de estar bien. Sacando créditos... y ahora con la forma en que nos pagan no me alcanza. Sobre todo cobrando a fin de mes y sin tener una fecha de cobro. La plata no me rinde al 100 por 100 como me sabía rendir. Se me va mucha plata en intereses, no me alcanza y tengo que andar pidiendo prestado. Me da vergüenza, siendo un hombre grande, pedir prestado para mantener a la familia; pero bueno, no queda otra”, cuenta Miguel. Tiene otros dos hermanos que también son choferes de colectivo. La ayuda viene del padre de ellos: aunque tiene 80 años y es camionero jubilado, sigue arriba de un taxi. Le presta el auto algunos días a cada hermano cuando él no lo usa.

“Tengo deudas por comprar alimentos, préstamos, tarjetas. Tengo un préstamo bancario que si sigo cobrando así me sigue perjudicando porque al cobrar a fin de mes a veces me termina descontando dos cuotas juntas. Muchísimo menos para que me alcance. Si me cobran así, dos cuotas juntas, se me va más de la mitad del sueldo. Lo había pedido para mejorar la casa, tratar de estar bien, y tener para el cumpleaños de 15 de mi hija”, relata Miguel.

La situación lo angustia mucho: “me siento muy mal. El gremio siento que no nos representa como corresponde. Me siento muy mal cuando agarro el taxi porque por qué tengo que estar haciendo otra cosa si tengo un trabajo estable. Toda mi vida me he sustentado con el trabajo que he tenido y ahora que trabajo y no pagan, tengo que ver de qué manera podré mantener a mi familia. Es el cuarto mes que tenemos problemas para cobrar, que cobramos a fin de mes o ni siquiera eso. En mi casa trato de que no se me note así, preocupado, angustiado, pero estoy seguro de que se dan cuenta. Son enormes el estrés y la angustia que tengo. Quiera Dios que esto se arregle porque no sé qué hacer”. También tiene bronca: “a nivel nacional todas las provincias tienen el mismo problema salvo la ciudad de Buenos Aires y el conurbano bonaerense, que se llama AMBA, porque ahí se pagan los subsidios nacionales en tiempo y forma. Antes cuando había un problema en Buenos Aires paraba todo el país en solidaridad. Ahora que está todo el interior en llamas, allá siguen trabajando como si nada. ¿Nadie podrá decirle al titular del gremio de UTA a nivel nacional, Roberto Fernández, que haga algo por nosotros?”.


Angustia

Marcos Valdez (46 años) intentó buscar trabajo extra como taxista sin suerte. “Llevamos más de 60 días padeciendo para poder cobrar el sueldo. Nos dieron $ 20.000 de adelanto y con eso he pagado las deudas chicas y seguimos luchando. Gracias a Dios tengo parientes que me están ayudando, me dan una manito y vamos fiando. En mi casa somos cinco, mi señora, mis tres hijos y yo. Lo que me tiene mal es la tarjeta de crédito, ya llevo dos meses de deuda”, explica el chofer en la Línea 19. “Siento una decepción... Uno se ve sin plata, es feo el tema. Pedimos algo que nos hemos ganado, son los meses de sueldo que hemos trabajado y lamentablemente te da una impotencia. Al menos me pasa que mi hija Malena, de 21 años, está trabajando y estudia Ciencias de la Comunicación. Es un gran orgullo porque ella tiene un trabajo en un call center y me ha aliviado mucho que ella pueda trabajar y sostener sus estudios”, agrega Marcos.

PERDÓN. Marcos Valdéz pide disculpas a los usuarios por el paro.

Pide disculpas a los usuarios, que llevan tantos días sin servicio. “Es comprensible que se quejen los usuarios, necesitan del transporte público pero no queremos seguir trabajando gratis. Amamos nuestro oficio, pedimos cobrar el sueldo que trabajamos y con alguna certeza, alguna fecha fijada. Lo que más me asusta de todo esto, lo que me da miedo, es no tener un plato de comida para darles a mis hijos”, completa.

PREOCUPACIÓN. Miguel cuenta que todavía no cobraron todo julio.

Miguel Alejandro Issa (39 años), chofer de la Línea 103, comparte la angustia de sus compañeros. “La situación es bien crítica. Es desesperante. La mayoría de los compañeros se desempeña en otro rubro para poder seguir peleándola a la economía de sus casas. La realidad es esa. Hago mecánica de automotor en un taller que tengo con un compañero, y por eso puedo pelearle a la situación. Siempre fuimos pacientes; los años anteriores cobrábamos el aguinaldo en cuotas pero ahora el atraso vuelve todo muy difícil. Vamos cobrando $ 35.000 del sueldo de julio y estamos con una deuda total de $ 80.000 por empleado, de base”, explica detenidamente.

“Los compañeros estamos abarrotados de deudas. Muchos han sacado préstamos, se endeudan, hay amigos y familias que les prestan. Somos trabajadores esenciales, queremos que la sociedad pueda entender que no es una medida arbitraria. Estamos en la incertidumbre de saber si a fin de año tendremos trabajo. Hay compañeros que estaban alquilando y los desalojaron, pasaron unas noches en la calle. Hicimos entre el grupo un bolsillo para ayudar a los que peor están. Algunos salieron a trabajar de taxistas, de servimoto o de cadete, o en cosas ajenas a la profesión que tenemos. Nadie se ha imaginado que ser chofer de colectivo signifique buscar otro trabajo en este momento”, enumera Miguel.

PEDIDO. Gabriel Mansilla pide que al menos cobren en una fecha fija.

Para Gabriel Mansilla (45 años), chofer de la Línea 7, lo que necesitan es al menos tener una fecha fija de cobro. “Es muy incómodo acostarte y pensar que al otro día vas a tener que salir a pelear por algo que es tuyo, que te lo has ganado. Deberíamos poder tener una fecha de cobro. Por ley, deberíamos cobrar el cuarto día hábil del mes. Entendemos que por la pandemia está todo más difícil pero que nos digan: tendrán todo el sueldo el día 15. Y uno sabe que dispondrá de ese dinero y podrá organizarse. Pero vivimos en una incertidumbre... cobramos un día 28 y nos llegan a deber dos meses”, cuenta compungido Gabriel.

“El 90% no está llegando a cubrir las necesidades básicas para sostener una familia. En una manifestación que hicimos armamos un bolsillo y le dimos mercadería a un muchacho porque estaba muy mal. Hay muchos compañeros que están muy endeudados y sabemos que entre distintos grupos se tratan de ayudar porque la situación es crítica”, agrega preocupado.